En tranvía a La Malvarrosa
El tranvía ya no pasa por la Glorieta, que fue donde Manuel se subió a él con Marisa, aquella chica francesa que pintaba acuarelas y leía a Sartre sentada en la arena, para hacer su viaje iniciático a La Malvarrosa, ni tampoco es de color amarillo. El tranvía ahora es blanco y si quieres ir a la playa en él tienes que cruzar al otro lado del cauce del río por el Pont de Fusta y esperarlo alli. De camino a La Malvarrosa la gente solo se sube y desde el principio hay que ir de pie contando paradas y gafas de buzo. Las paradas son ocho.
— Nos bajamos aquí, Marisa.
Marisa no es francesa, no pinta acuarelas y lee antes a Nemirovski que a Sartre, pero te identifica un número primo a la primera.
— Que yo no me llamo Marisa.
— La otra tampoco.